CONTAMINACION AMBIENTAL Y ORGANICA.
¿Quién puede considerarse hoy día, exento de contaminación ambiental?
Aún quienes viven en lugares teóricamente incontaminados, están
expuestos a una sumatoria de influencias tóxicas, en la mayoría de los
casos indetectables o insospechadas.
Este informe, lejos de alentar la paranoia obsesiva y
depresiva, aspira solamente a despertar consciencia sobre nuestro
ambiente y a brindar alternativas para morigerar los efectos de la
contaminación sobre nuestra salud.
No es cuestión de negar la realidad o ver todo perdido. Tenemos herramientas: basta reconocerlas y utilizarlas.
La industrialización y los avances tecnológicos en materia de
síntesis química, han generado un grado tal de contaminación,
inimaginable décadas atrás. Obviamente, la ciencia de la salud sigue
considerando problemas “psicosomáticos”, genéticos o virales, a la
mayoría de la sintomatología derivada de este agobio tóxico al que por
primera vez se ve expuesto esta civilización.
Mucha
gente, científicos incluidos, nos tranquilizan con argumentos que
conforman un folclore discursivo insostenible: “Para eso está nuestro
depurador orgánico: el hígado”. “Los gobiernos nos protegen con leyes y
controles”. “El aumento de cáncer y degenerativas se debe a que vivimos
más”. “Siempre la ciencia encuentra soluciones para los problemas”. ¿Le
suenan?
Si bien la contaminación ambiental muestra antecedentes de vieja data
(el caso del Imperio Romano y su contaminación con las entonces
revolucionarias cañerías de plomo) y naturales en ciertos casos (efectos
de erupciones volcánicas o contaminación de acuíferos), hoy vivimos
inmersos en una magnífica sopa química artificial. Y nuestro organismo
se ve obligado a convivir y sobrevivir con semejante exposición,
intentando preservar la funcionalidad corpórea.
EN CASA ESTAMOS SEGUROS?
Por una parte, estamos expuestos a fuentes cada vez más virulentas e insospechadas.
Emanaciones del tráfico y los procesos industriales, agroquímicos y
pesticidas de la agricultura intensiva, química de la extracción de
combustibles y minerales… parecen fuentes obvias, conocidas y
“manejables”. Total, llegamos a casa, cerramos la puerta y ya estamos
seguros ¿no? Pero lamentablemente allí empieza otra parte del problema.
Aerosoles, agua de red, alfombras, asbestos, adhesivos,
aglomerados, humo, acondicionadores de aire, combustibles, cloro,
aislantes, monóxido de carbono, pinturas, plásticos, plomo,
insecticidas, productos de limpieza e higiene personal, cosméticos,
solventes de lavandería, tintas, utensilios… son algunas de las fuentes
contaminantes que nos esperan en el hogar. Sin contar que muchas de
ellas van con nosotros durante el día, como los cosméticos o los
materiales odontológicos.
En su intento por aliviar la carga tóxica en los fluidos (sangre,
linfa, líquido extracelular) el organismo deposita los contaminantes que
no logra eliminar por las vías fisiológicas (evacuaciones, orina,
sudor, respiración) en la estructura misma (grasa, músculos, tendones,
huesos, vísceras).
Según refiere Brenda Watson en “Adiós toxinas”, los
ciudadanos de naciones industrializadas llevan en sus organismos una
media de 700 sustancias químicas sintéticas, la mayoría de las cuales
aún no han sido evaluadas a fondo.
Y EN EL VIENTRE MATERNO?
Los mitos científicos se van derribando a medida que
se realizan más estudios. Siempre se pensó que el cordón umbilical y la
leche materna eran lugares seguros que protegían a la nueva vida.
La detección en sangre del cordón umbilical de 287 compuestos
industriales y contaminantes químicos relacionados con toxicidad en el
cerebro y el sistema nervioso, cáncer, anomalías congénitas, retraso en
el desarrollo y deficiencias inmunológicas, fue solo un primer paso.
Luego se analizó el útero materno y también se hallaron pesticidas,
insecticidas y metales pesados (entre 242 y 319 de los 430 compuestos
tóxicos buscados), con lo cual es obvio que la acumulación orgánica
comienza antes del nacimiento y se prolonga durante toda la vida. Algo
que debería servir de reflexión a las futuras madres, a fin de realizar
un necesario proceso depurativo previo a la concepción de una nueva
vida.
CONTAMINANTES Y ORIGEN
Un ejemplo de la convivencia cotidiana con las sustancias tóxicas es
el mercurio, metal pesado que se almacena en el músculo cardíaco en
concentración 22.000 veces más elevada que en la musculatura
esquelética.
En el envejecimiento, la natural disminución de masa muscular provoca
liberación de estos compuestos tóxicos hacia los fluidos corporales,
sobrecargando la ya agobiada estructura depurativa.
Si bien este texto no puede abarcar toda la problemática de la
contaminación, veamos al menos algunos de los metales tóxicos comunes y
su fuente de origen, con la idea de estimular el estado de alerta y la
prevención:
Aluminio: antiácidos, medicamentos, levaduras de repostería,
utensilios de cocina, desodorantes, cosméticos, papel de cocina, lluvia
ácida, latas
Arsénico: agua de napas contaminadas, pesticidas, smog, humo de
tabaco, combustión del carbón, protectores de madera, pigmentos en
juguetes, cortinas y alfombras
Cadmio: tabaco, pilas, combustión vehicular, tinturas dentales,
soldaduras, esmaltes cerámicos, teflón, fungicidas, plásticos, agua de
red, humo de cigarrillo, pinturas, utensilios, fertilizantes, alimentos
Cobre: utensilios de cocina, empastes y coronas dentales, insecticidas
Mercurio: amalgamas dentales, vacunas, medicamentos,
pinturas, pesticidas, pescados, fluorescentes, cosméticos, fieltro,
suavizantes de ropa, adhesivos, fungicidas
Níquel: coronas y endodoncias dentales, grasas hidrogenadas, bisutería, pilas, humo de tabaco, acero inoxidable
Platino: odontología, escapes vehiculares
Plomo: pinturas, combustión vehicular, insecticidas,
municiones, tinturas del cabello, agua de red, pilas, utensilios
esmaltados, vidrios.
A los metales tóxicos, debemos sumar el efecto de los
contaminantes químicos. Un ejemplo es el popular glifosato, herbicida
asociado al cultivo de la soja y cuyos efectos nocivos sobre la salud
(la Unión Europea lo clasifica como "peligroso para el medio ambiente" y
"tóxico para los organismos acuáticos") son muy conocidos.
El glifosato no solo contamina las napas de los acuíferos (solo
Argentina arroja anualmente 180 millones de litros al acuífero Guaraní)
sino que aparece en el poroto de soja y sus derivados alimentarios
(aceites, jugos, milanesas).
Tal es así que la legislación nacional debió modificarse, incrementando
el nivel de glifosato tolerado en alimentos, que pasó de permitir 0,2
ppm a 20 ppm, o sea 100 veces más.
Se sabe que el glifosato actúa inhibiendo la enzima responsable de la
formación de los aminoácidos tirosina (precursor de las hormonas
tiroideas), fenilalanina y triptófano (claves en la depresión, el
insomnio y el cociente intelectual).
CONTAMINANTES Y EFECTOS
El colapso tóxico que genera la continua y elevada afluencia de
metales pesados y químicos contaminantes, se manifiesta en una abultada
sintomatología que abarca todos los aspectos de nuestra función
corporal. Si bien existen modernas técnicas de diagnóstico preciso (como
el mineralograma a través de la espectrometría de muestras de cabello),
tiene poco sentido perder tiempo y dinero en análisis que en nada
contribuyen a la solución del problema.
Si advertimos síntomas como:
acné, alergias, ansiedad, artritis, asma, mal humor, colesterol
desordenado, tumores, colon irritable, depresión, desorden hormonal,
diabetes, malfunción intestinal y renal, falta de concentración,
migrañas, algias musculares y articulares, problemas cardiovasculares,
fatiga crónica, inflamaciones, fibromialgia, caries, hiperactividad,
sordera, hipertensión, tiroidismo, impotencia sexual, problemas
reproductivos, aftas bucales, micosis, nauseas, olor corporal, problemas
dermatológicos, debilidad inmunológica, úlceras, gastritis, picores,
insomnio, temblores, infecciones urinarias, aturdimiento, sobrepeso,
meteorismo, irregularidad menstrual, pesadillas, digestión lenta,
osteoporosis, piel seca, problemas nerviosos… es momento de ocuparse de
la depuración profunda.
MÁS CONTAMINACION, MENOS DEPURACION
Frente a la creciente exposición tóxica, estamos viviendo un proceso
también ascendente en cuanto a la disminución de nuestra natural
capacidad orgánica para procesar toxemia.
La cándida es un constituyente orgánico que sirve de ejemplo, para ilustrar nuestro moderno desorden.
Parte fisiológica de nuestra flora intestinal, la cándida albicans es
una levadura que está presente en nuestro cuerpo poco después de nacer y
viven en armonía con nosotros. Se encuentra en la piel y en los
aparatos digestivo y genitourinario.
Su función es absorber cierta cantidad de metales pesados para que no
entren en la sangre, nos ayuda a degradar carbohidratos mal digeridos
y, junto con las bacterias, mantienen nuestro equilibrio intestinal y de
pH. La flora intestinal y el sistema inmunitario, mantienen a estas
levaduras bajo control.
Cuando la cándida deja de estar bajo control, puede cambiar su
anatomía y fisiología. Esto quiere decir que puede dejar de ser una
levadura y convertirse en un hongo (micelio micótico). Las cándidas son
organismos dimórficos y pueden existir en estas dos formas.
En su estado de levadura no es invasiva, mientras que en estado
fúngico produce rizoides (raíces muy largas) que perforan la mucosa
intestinal. Esto causa una excesiva permeabilidad de la mucosa,
permitiendo el paso a la sangre de sustancias (toxinas, contaminantes,
alimentos mal digeridos) que pueden actuar como antígenos alterando
severamente el sistema inmunitario.
Se sabe que las cándidas en su estado micótico (candidiasis) pueden
producir 79 productos tóxicos, entre ellos el más abundante es el
acetaldehído. Este contaminante químico (también conocido como etanal o
etanol oxidado) ha sido muy estudiado e incluso prohibido en ciertos
usos industriales (pinturas, pegamentos, lacas) por su toxicidad en
humanos. Sin embargo se lo encuentra como conservante en cosméticos y
también es parte natural de metabolismo orgánico de los alcoholes,
considerándoselo principal responsable de los síntomas de la resaca por
la ingesta alcohólica.
Veamos algunos de los efectos negativos de esta sustancia química (el
acetaldehído) que genera la propia candidiasis en nuestro interior:
* Favorece la formación de sustancias vasoactivas, como la
adrenalina, produciendo síntomas como nerviosismo, pánico, miedo,
taquicardias y sofocos.
* Interfiere con los receptores del la acetilcolina, importante para la memoria y el sistema nervioso.
* Produce histamina, y por lo tanto, inflamación en cualquier parte del cuerpo.
* Bloquea enzimas metabólicas, lo cual puede llevar a bloqueos en la formación de neurotransmisores, por poner un ejemplo.
* Destruye la vitamina B6, la cual es importante para la protección
de las membranas mucosas, el fortalecimiento del sistema inmunitario, el
equilibrio del sistema hormonal y la producción de ácido clorhídrico y
enzimas digestivas.
* Deprime el sistema inmunitario.
* Destruye el glutatión y la cisteína, necesarios para desintoxicar el organismo.
* Reacciona con la dopamina, lo cual puede causar depresión, insomnio e incapacidad de respuesta ante el estrés.
NUTRICIÓN Y CONTAMINACIÓN
Por un lado esto tiene que ver con el empobrecimiento nutricional:
- menor consumo de fibra a causa de los procesos de refinación industrial
- menor carga enzimática y vitamínica a causa del elevado consumo de alimentos cocidos y conservados
- carencia de oligoelementos claves de la química depurativa a causa del empobrecimiento de los suelos agrícolas
- disminución del consumo de sustancias quelantes (pectinas,
alginatos) a causa de la modificación de hábitos alimentarios en favor
de comida artificializada
Por otra parte, hemos disminuido el trabajo depurativo, dejando de
lado antiguas y eficientes prácticas de conservación, como lavajes
intestinales, purificación hepática, limpieza renal, purificación
sanguínea, desparasitado, ayunos, etc.
De allí la importancia de los alimentos crudos y escasamente
procesados. Frutas, hortalizas y semillas aportan mayor contenido de
enzimas, vitaminas naturales, oligoelementos y fibra saludable.
Muchas sustancias presentes en alimentos naturales, ayudan a sobrellevar y morigerar el efecto de los contaminantes químicos:
el ácido algínico (algas), el ácido dipicolónico (miso), la pectina
(cáscara de frutas), el ácido láctico(chucrut, kéfir de agua, kimchi),
el ácido acético (vinagre), aminoácidos quelantes de metales (cisteina,
arginina, ornitina)…
De allí que se considere al ajo y la cebolla como útiles para
combatir contaminación de plomo, mercurio y cadmio, o a las algas
marinas como eficientes depuradores orgánicos.
También tienen destacados efectos descontaminantes, alimentos como
perejil, cilantro, alcaucil, limón, todas las hojas verdes (por efecto
de la clorofila), las crucíferas en general (brócoli, repollo,
coliflor), germinados de semillas y fermentados.
Sin dudas que mejorar nuestro esquema nutricional, adoptando más
alimentos vitalizantes y fisiológicos (predominio de frutas, hortalizas y
semillas activadas) y retomar el hábito de prácticas depurativas, nos
ayudará a mitigar los efectos de la contaminación ambiental.
Como nos ayudará también el uso de un mineral volcánico tan útil como
confiable, del cual nos ocuparemos a continuación: la zeolita.
Fuente: Web Buenasiembra