Hipócrates, en el siglo V a C. nos habla de un principio que es vital en Homeopatía: Similia similibus curantur. Y apuntaba que:
Una enfermedad debe ser tratada por una sustancia capaz de producir
Síntomas similares a aquellos que sufre el paciente.
HOMEO = Similar.
PATHOS = Sufrimiento.
Samuel Hahnemann fue el descubridor de un nuevo sistema de Medicina al que llamó Homeopatía, tras entender que lo similar cura a lo similar.
Publicó su primer libro en 1976 en el que referenciaba:
Uno debería imitar a la Naturaleza, que en algunos momentos cura la enfermedad crónica por acción de una enfermedad adicional.
De tal forma una enfermedad será curada mediante el remedio que es capaz de simularla con tanta exactitud cómo sea posible.
Al usar Hahnemann venenos en sus investigaciones, los fue diluyendo cada vez más, comprobando que cuanto más pequeñas eran las dosis y más diluidos estaban los mismos, más verificaba la acción terapéutica.
Llegó a diluirlos tanto que no tenían ninguna molécula original y, sin embargo, su potencia era más grande y por tanto más eficaz. Esto le llevó a pensar que había una energía sutil que respondía a las pequeñas provocaciones de los remedios ingeridos, permitiendo al cuerpo curar por sí mismo. A esta energía la llamó “fuerza vital”.
Observó también que para prescribir un remedio, el homeópata debía tener en cuenta el carácter de la persona, su forma de vida, su historia médica familiar, sus hábitos, etc.…
Comprobó que había personas con una predisposición a una seria de padecimientos frecuentes, y que debía de existir un terreno para la enfermedad, presente en generaciones precedentes a la del individuo, y en correspondencia a la época a la que le tocaba vivir. Así nacieron las diástesis homeopáticas.
Desde ese mismo momento creó el término Homeopatía y las diástesis correspondientes, como respuesta curativa a la influencia en el ser humano de esa denominada fuerza vital que lo anima y que tiene un poder de acción en él.
Este aspecto energético es insustancial y no puede tocarse ni percibirse con los sentidos, pero en cambio, actúa sobre el sujeto para que este resuelva finalmente sus conflictos.
Podemos decir que somos seres sociales inmersos en un caldo energético que actúa constantemente, un conjunto cuántico que se interrelaciona de forma simultánea, y acarrea en el individuo una serie de cambios constantes de acción reacción.
La medicina tradicional, basa los estudios del cuerpo humano desde un punto de vista biomolecular. La diferencia entre esta y el resto de medicinas complementarias o alternativas, se basa en que estas últimas tienen en cuenta el terreno biofísico o cuántico (es decir energético) además del bioquímico, puesto que el campo electromagnético en el que estamos inmersos, es el primero que recoge y manifiesta el trastorno funcional de la persona.
Un ámbito que carece de solidez, cómo el remedio homeopático, pero que tiene su acción en el individuo, siendo el que desencadena la enfermedad, si no se remedia. Y mientras que el ámbito biomolecular se verá afectado exclusivamente por este trastorno energético, el ámbito biofísico se manifestará por factores de similitud con lo cuántico (pensamientos, sensaciones, emociones, afectos,…).
Todo lo visible no es más que una manifestación de la energía. Estas ondas energéticas son visibles en función de las altas o bajas vibraciones de onda que condesarán la energía para hacerla visible.
Cómo apunta la física todo es información y energía.
Por tanto el ser humano y lo que le rodea es un cúmulo de átomos, compuestos a su vez por partículas subatómicas que interactúan y se interrelacionan entre sí. Influimos en todo lo que contactamos porque provocamos constantemente un baile entre energías que chocan entre sí y generan otras nuevas formas de energía.
Estamos en constante interrelación con nuestro entorno, en constante intercambio de energía y esta información diatésica también se intercambia.
El ser humano es un ente homeopático, diluido en el espacio y dinamizado con la ley de los octavos: la quinta esencia que es el equilibrio con la globalidad.
Hahnemann intentó hablar de los terrenos que caracterizaban a los distintos individuos en función de su entorno y de la dinámica de vida de estos, teniendo en cuéntala morbilidad familiar que se transmitía de generación en generación y del entorno vivido.
Las teoría de Samuel Hahnemann dentro del siglo XXI deben ser revisadas cómo lo han estado siendo teniendo en cuenta las mutaciones sufridas desde que publicó su primer libro y la mezcla de razas, culturas y otras influencias que actúan sobre nuestra sociedad actual.
Hoy en día en más adecuado pensar que no hay remedios homeopáticos que puedan definir a un individuo, sino una mezcla sutil de varios de ellos. Al igual ya no podemos definir a un individuo cómo colérico, bilioso, irritable, etc.…, en función de sus síntomas hepáticos, biliares… Simplemente dicho síntomas o disfunciones nos estarán hablando de la dinámica en la que este sujeto se mueve y que puede corregirse comprendiendo o estudiando sus actitudes y reacciones, o tomándose remedios homeopáticos que le ayuden en similimum a trascender dicho ámbito psico-social.
La Sicosis, diátesis muy actual, provoca que tengamos tendencia a etiquetar enfermos y enfermedades de forma estática, sin prestar atención de que la vida es móvil, el lenguaje es móvil y la enfermedad no puede concebirse sin esta movilidad. Cada individuo tiene una forma única de expresarse y de enfrentarse a su entorno, enfermedad y en cada momento de su existencia.
Las diátesis homeopáticas se basan en enfermedades generalmente importantes en otro tiempo, cómo la sarna, pero que en este siglo pueden ser sustituidas por otras.
No obstante, mantienen unas características que pueden ser vigentes hoy en día y que nos ayudan a conocer el medio en el que el individuo se halla inmerso y cómo interactúa con él. Sin olvidad que el ser humano es un sujeto que se va haciendo polidiatésico y que a lo largo de su existencia ha ido adquiriendo o desarrollando resistencias a una serie de enfermedades, peste, viruela, etc.…
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