lunes, 20 de agosto de 2012

CONTAMINACION AMBIENTAL Y ORGANICA.

CONTAMINACION AMBIENTAL Y ORGANICA.

¿Quién puede considerarse hoy día, exento de contaminación ambiental?
Aún quienes viven en lugares teóricamente incontaminados, están expuestos a una sumatoria de influencias tóxicas, en la mayoría de los casos indetectables o insospechadas.
Este informe, lejos de alentar la paranoia obsesiva y depresiva, aspira solamente a despertar consciencia sobre nuestro ambiente y a brindar alternativas para morigerar los efectos de la contaminación sobre nuestra salud.

No es cuestión de negar la realidad o ver todo perdido. Tenemos herramientas: basta reconocerlas y utilizarlas.
La industrialización y los avances tecnológicos en materia de síntesis química, han generado un grado tal de contaminación, inimaginable décadas atrás. Obviamente, la ciencia de la salud sigue considerando problemas “psicosomáticos”, genéticos o virales, a la mayoría de la sintomatología derivada de este agobio tóxico al que por primera vez se ve expuesto esta civilización.
Mucha gente, científicos incluidos, nos tranquilizan con argumentos que conforman un folclore discursivo insostenible: “Para eso está nuestro depurador orgánico: el hígado”. “Los gobiernos nos protegen con leyes y controles”. “El aumento de cáncer y degenerativas se debe a que vivimos más”. “Siempre la ciencia encuentra soluciones para los problemas”. ¿Le suenan?
Si bien la contaminación ambiental muestra antecedentes de vieja data (el caso del Imperio Romano y su contaminación con las entonces revolucionarias cañerías de plomo) y naturales en ciertos casos (efectos de erupciones volcánicas o contaminación de acuíferos), hoy vivimos inmersos en una magnífica sopa química artificial. Y nuestro organismo se ve obligado a convivir y sobrevivir con semejante exposición, intentando preservar la funcionalidad corpórea.

EN CASA ESTAMOS SEGUROS?
Por una parte, estamos expuestos a fuentes cada vez más virulentas e insospechadas.
Emanaciones del tráfico y los procesos industriales, agroquímicos y pesticidas de la agricultura intensiva, química de la extracción de combustibles y minerales… parecen fuentes obvias, conocidas y “manejables”. Total, llegamos a casa, cerramos la puerta y ya estamos seguros ¿no? Pero lamentablemente allí empieza otra parte del problema.
Aerosoles, agua de red, alfombras, asbestos, adhesivos, aglomerados, humo, acondicionadores de aire, combustibles, cloro, aislantes, monóxido de carbono, pinturas, plásticos, plomo, insecticidas, productos de limpieza e higiene personal, cosméticos, solventes de lavandería, tintas, utensilios… son algunas de las fuentes contaminantes que nos esperan en el hogar. Sin contar que muchas de ellas van con nosotros durante el día, como los cosméticos o los materiales odontológicos.
En su intento por aliviar la carga tóxica en los fluidos (sangre, linfa, líquido extracelular) el organismo deposita los contaminantes que no logra eliminar por las vías fisiológicas (evacuaciones, orina, sudor, respiración) en la estructura misma (grasa, músculos, tendones, huesos, vísceras).
Según refiere Brenda Watson en “Adiós toxinas”, los ciudadanos de naciones industrializadas llevan en sus organismos una media de 700 sustancias químicas sintéticas, la mayoría de las cuales aún no han sido evaluadas a fondo.

Y EN EL VIENTRE MATERNO?
Los mitos científicos se van derribando a medida que se realizan más estudios. Siempre se pensó que el cordón umbilical y la leche materna eran lugares seguros que protegían a la nueva vida.
La detección en sangre del cordón umbilical de 287 compuestos industriales y contaminantes químicos relacionados con toxicidad en el cerebro y el sistema nervioso, cáncer, anomalías congénitas, retraso en el desarrollo y deficiencias inmunológicas, fue solo un primer paso.

Luego se analizó el útero materno y también se hallaron pesticidas, insecticidas y metales pesados (entre 242 y 319 de los 430 compuestos tóxicos buscados), con lo cual es obvio que la acumulación orgánica comienza antes del nacimiento y se prolonga durante toda la vida. Algo que debería servir de reflexión a las futuras madres, a fin de realizar un necesario proceso depurativo previo a la concepción de una nueva vida.

CONTAMINANTES Y ORIGEN

Un ejemplo de la convivencia cotidiana con las sustancias tóxicas es el mercurio, metal pesado que se almacena en el músculo cardíaco en concentración 22.000 veces más elevada que en la musculatura esquelética.
En el envejecimiento, la natural disminución de masa muscular provoca liberación de estos compuestos tóxicos hacia los fluidos corporales, sobrecargando la ya agobiada estructura depurativa.
Si bien este texto no puede abarcar toda la problemática de la contaminación, veamos al menos algunos de los metales tóxicos comunes y su fuente de origen, con la idea de estimular el estado de alerta y la prevención:

Aluminio:
antiácidos, medicamentos, levaduras de repostería, utensilios de cocina, desodorantes, cosméticos, papel de cocina, lluvia ácida, latas

Arsénico:
agua de napas contaminadas, pesticidas, smog, humo de tabaco, combustión del carbón, protectores de madera, pigmentos en juguetes, cortinas y alfombras

Cadmio:
tabaco, pilas, combustión vehicular, tinturas dentales, soldaduras, esmaltes cerámicos, teflón, fungicidas, plásticos, agua de red, humo de cigarrillo, pinturas, utensilios, fertilizantes, alimentos
Cobre: utensilios de cocina, empastes y coronas dentales, insecticidas
Mercurio: amalgamas dentales, vacunas, medicamentos, pinturas, pesticidas, pescados, fluorescentes, cosméticos, fieltro, suavizantes de ropa, adhesivos, fungicidas
Níquel: coronas y endodoncias dentales, grasas hidrogenadas, bisutería, pilas, humo de tabaco, acero inoxidable
Platino: odontología, escapes vehiculares
Plomo: pinturas, combustión vehicular, insecticidas, municiones, tinturas del cabello, agua de red, pilas, utensilios esmaltados, vidrios.
A los metales tóxicos, debemos sumar el efecto de los contaminantes químicos. Un ejemplo es el popular glifosato, herbicida asociado al cultivo de la soja y cuyos efectos nocivos sobre la salud (la Unión Europea lo clasifica como "peligroso para el medio ambiente" y "tóxico para los organismos acuáticos") son muy conocidos.
El glifosato no solo contamina las napas de los acuíferos (solo Argentina arroja anualmente 180 millones de litros al acuífero Guaraní) sino que aparece en el poroto de soja y sus derivados alimentarios (aceites, jugos, milanesas).
Tal es así que la legislación nacional debió modificarse, incrementando el nivel de glifosato tolerado en alimentos, que pasó de permitir 0,2 ppm a 20 ppm, o sea 100 veces más.
Se sabe que el glifosato actúa inhibiendo la enzima responsable de la formación de los aminoácidos tirosina (precursor de las hormonas tiroideas), fenilalanina y triptófano (claves en la depresión, el insomnio y el cociente intelectual).

CONTAMINANTES Y EFECTOS
El colapso tóxico que genera la continua y elevada afluencia de metales pesados y químicos contaminantes, se manifiesta en una abultada sintomatología que abarca todos los aspectos de nuestra función corporal. Si bien existen modernas técnicas de diagnóstico preciso (como el mineralograma a través de la espectrometría de muestras de cabello), tiene poco sentido perder tiempo y dinero en análisis que en nada contribuyen a la solución del problema.

Si advertimos síntomas como:

acné, alergias, ansiedad, artritis, asma, mal humor, colesterol desordenado, tumores, colon irritable, depresión, desorden hormonal, diabetes, malfunción intestinal y renal, falta de concentración, migrañas, algias musculares y articulares, problemas cardiovasculares, fatiga crónica, inflamaciones, fibromialgia, caries, hiperactividad, sordera, hipertensión, tiroidismo, impotencia sexual, problemas reproductivos, aftas bucales, micosis, nauseas, olor corporal, problemas dermatológicos, debilidad inmunológica, úlceras, gastritis, picores, insomnio, temblores, infecciones urinarias, aturdimiento, sobrepeso, meteorismo, irregularidad menstrual, pesadillas, digestión lenta, osteoporosis, piel seca, problemas nerviosos… es momento de ocuparse de la depuración profunda.

MÁS CONTAMINACION, MENOS DEPURACION
Frente a la creciente exposición tóxica, estamos viviendo un proceso también ascendente en cuanto a la disminución de nuestra natural capacidad orgánica para procesar toxemia.

La cándida es un constituyente orgánico que sirve de ejemplo, para ilustrar nuestro moderno desorden.

Parte fisiológica de nuestra flora intestinal, la cándida albicans es una levadura que está presente en nuestro cuerpo poco después de nacer y viven en armonía con nosotros. Se encuentra en la piel y en los aparatos digestivo y genitourinario.
Su función es absorber cierta cantidad de metales pesados para que no entren en la sangre, nos ayuda a degradar carbohidratos mal digeridos y, junto con las bacterias, mantienen nuestro equilibrio intestinal y de pH. La flora intestinal y el sistema inmunitario, mantienen a estas levaduras bajo control.
Cuando la cándida deja de estar bajo control, puede cambiar su anatomía y fisiología. Esto quiere decir que puede dejar de ser una levadura y convertirse en un hongo (micelio micótico). Las cándidas son organismos dimórficos y pueden existir en estas dos formas.
En su estado de levadura no es invasiva, mientras que en estado fúngico produce rizoides (raíces muy largas) que perforan la mucosa intestinal. Esto causa una excesiva permeabilidad de la mucosa, permitiendo el paso a la sangre de sustancias (toxinas, contaminantes, alimentos mal digeridos) que pueden actuar como antígenos alterando severamente el sistema inmunitario.
Se sabe que las cándidas en su estado micótico (candidiasis) pueden producir 79 productos tóxicos, entre ellos el más abundante es el acetaldehído. Este contaminante químico (también conocido como etanal o etanol oxidado) ha sido muy estudiado e incluso prohibido en ciertos usos industriales (pinturas, pegamentos, lacas) por su toxicidad en humanos. Sin embargo se lo encuentra como conservante en cosméticos y también es parte natural de metabolismo orgánico de los alcoholes, considerándoselo principal responsable de los síntomas de la resaca por la ingesta alcohólica.
Veamos algunos de los efectos negativos de esta sustancia química (el acetaldehído) que genera la propia candidiasis en nuestro interior:
* Favorece la formación de sustancias vasoactivas, como la adrenalina, produciendo síntomas como nerviosismo, pánico, miedo, taquicardias y sofocos.
* Interfiere con los receptores del la acetilcolina, importante para la memoria y el sistema nervioso.
* Produce histamina, y por lo tanto, inflamación en cualquier parte del cuerpo.
* Bloquea enzimas metabólicas, lo cual puede llevar a bloqueos en la formación de neurotransmisores, por poner un ejemplo.
* Destruye la vitamina B6, la cual es importante para la protección de las membranas mucosas, el fortalecimiento del sistema inmunitario, el equilibrio del sistema hormonal y la producción de ácido clorhídrico y enzimas digestivas.
* Deprime el sistema inmunitario.
* Destruye el glutatión y la cisteína, necesarios para desintoxicar el organismo.
* Reacciona con la dopamina, lo cual puede causar depresión, insomnio e incapacidad de respuesta ante el estrés.

NUTRICIÓN Y CONTAMINACIÓN

Por un lado esto tiene que ver con el empobrecimiento nutricional:
- menor consumo de fibra a causa de los procesos de refinación industrial
- menor carga enzimática y vitamínica a causa del elevado consumo de alimentos cocidos y conservados
- carencia de oligoelementos claves de la química depurativa a causa del empobrecimiento de los suelos agrícolas
- disminución del consumo de sustancias quelantes (pectinas, alginatos) a causa de la modificación de hábitos alimentarios en favor de comida artificializada
Por otra parte, hemos disminuido el trabajo depurativo, dejando de lado antiguas y eficientes prácticas de conservación, como lavajes intestinales, purificación hepática, limpieza renal, purificación sanguínea, desparasitado, ayunos, etc.
 
De allí la importancia de los alimentos crudos y escasamente procesados. Frutas, hortalizas y semillas aportan mayor contenido de enzimas, vitaminas naturales, oligoelementos y fibra saludable.
Muchas sustancias presentes en alimentos naturales, ayudan a sobrellevar y morigerar el efecto de los contaminantes químicos:
el ácido algínico (algas), el ácido dipicolónico (miso), la pectina (cáscara de frutas), el ácido láctico(chucrut, kéfir de agua, kimchi), el ácido acético (vinagre), aminoácidos quelantes de metales (cisteina, arginina, ornitina)…
De allí que se considere al ajo y la cebolla como útiles para combatir contaminación de plomo, mercurio y cadmio, o a las algas marinas como eficientes depuradores orgánicos.
También tienen destacados efectos descontaminantes, alimentos como perejil, cilantro, alcaucil, limón, todas las hojas verdes (por efecto de la clorofila), las crucíferas en general (brócoli, repollo, coliflor), germinados de semillas y fermentados.
Sin dudas que mejorar nuestro esquema nutricional, adoptando más alimentos vitalizantes y fisiológicos (predominio de frutas, hortalizas y semillas activadas) y retomar el hábito de prácticas depurativas, nos ayudará a mitigar los efectos de la contaminación ambiental.

Como nos ayudará también el uso de un mineral volcánico tan útil como confiable, del cual nos ocuparemos a continuación: la zeolita.

Fuente: Web Buenasiembra

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